lunes, 16 de marzo de 2015

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Sergio López García
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martes, 10 de marzo de 2015

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domingo, 8 de marzo de 2015

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Sergio López García
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sábado, 11 de enero de 2014

En la vida, la cantidad de errores que está permitido tener es inversamente proporcional a la de hijoputas que tengas alrededor. Una de dos, o procuras no tener errores, o procuras no rodearte de hijoputas.

jueves, 14 de febrero de 2013

El emperador ya no está desnudo

Nadie se atrevió a decir que al Emperador no le habían robado los
pantalones y que lo que pasaba en realidad es que ahora llevaba
calzoncillos.

martes, 2 de octubre de 2012

En respuesta al señor Lassalle


Ayer, El País incluía en sus ediciones impresa y online una tribuna de José María Lassalle, con el título de Antipolítica y Multitud en la que advertía de que la protesta social puede desembocar en una deriva totalitaria como la de los años ’20 y ’30 del siglo pasado. Se refería, sin citarlo al 25-S y manifestaciones similares precedentes y sucesivas y la idea fuerte, recogida en la entradilla, es la siguiente: “Sustituir la institucionalidad deliberativa por el griterío de la población no es democracia, como tampoco lo es defender que la voluntad de un pueblo está por encima de las leyes. Ello aboca al conflicto y la violencia”. A Lassalle le preocupa que nos encaminemos hacia un abismo que suponga el final del sistema democrático.

Con algunos argumentos trabajados y con otros manidos pero ciertos (“quien no conoce la historia, está condenada a repetirla”), Lassalle traza una analogía entre los impulsores de los movimientos de protesta actuales y los organizadores de la Marcha Sobre Roma. Abunda en la comparación del momento actual de crisis económica e institucional con el que se llevó por delante las democracias en Italia y Alemania en los años ‘20 y ‘30. Podría haber mencionado el caso de España, sin irse más lejos, pero no lo hace.  

Lassalle, político del Partido Popular, es actualmente Secretario de Estado de Cultura. Además de eso es doctor en Derecho por la Universidad de Cantabria, profesor de historia de las ideas y de las instituciones en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y tiene buena pluma, todo sea dicho. Pero coge el rábano por las hojas y, además, intenta descargarse de responsabilidad acerca de lo que está pasando. Porque si algo le pasa a la democracia española no será culpa de los ciudadanos desesperados y agobiados que se manifiestan en las calles, sino de las élites políticas y económicas que detentan el poder y que él representa.

Ahora no tengo tiempo ni libros a mano para buscar citas de Jurgen Habermass u otros que refuercen mis tesis, pero voy a intentar contestar al señor Lassalle hablando con toda la autoridad que me confiere ser una minúscula parte de esa multitud que ruge y se manifiesta y que tanto temor le provoca… ¡La masa habla!

Para empezar, señor Secretario de Estado, usted se muestra preocupado por el sentimiento antipolítico de buena parte de la ciudadanía, sobre todo por el hecho de que este sentimiento se haya convertido en una crítica al sistema en sí mismo, más que a los políticos en particular. Entiendo que usted piensa que el nuestro es el único sistema democrático posible y que fuera de ahí todo es o totalitarismo o caos. Habla del riesgo de derribar la arquitectura institucional, como si todo lo que se pudiera hacer con las arquitecturas fueran demoliciones. Pero todo el mundo sabe que existen también las reformas, el apuntalamiento, las ampliaciones y, por supuesto, la obra nueva, señor Lassalle. Y todo el mundo sabe que hay edificios que se han colapsado encima de la cabeza de sus desdichados moradores por no remozarlos a tiempo.

No sé si se ha detenido usted a escuchar y analizar con detenimiento las ideas que barajan movimientos como el 15-M y el 25-S, antes de tacharlas de pueriles. Nadie habla de derribar las instituciones, sino de cambiar la forma en la que funcionan, porque está claro que no están funcionando bien. Quizá algún idiota quería el otro día prenderle fuego al Congreso, pero ese no era el sentimiento mayoritario de los que estaban allí.

Supongo que una de las cosas que le asustan, señor Lassalle, en relación con estos movimientos es el planteamiento asambleario de sus reuniones y la alusión a la democracia real. Me lo figuro temblando imaginándose una turba de personas greñudas, barbudas y malencaradas reunidas en interminables asambleas en las que deciden la deportación de los burgueses a los gulags. Pero no es el caso. Tranquilo. La gente habla de regenerar la democracia que es, en su raíz, un sistema asambleario y yo, creo, humildemente, que no está de más reivindicar la horizontalidad de la democracia y la idea de que la democracia debe servir al pueblo (a la mayoría, silenciosa o no), frente a unas instituciones supuestamente democráticas pero que sirven para perpetuar el poder de unas élites y para el gatopardismo. Ya sabe, eso de “que todo cambie para que todo siga igual”. A mi también me gustan las citas manidas pero ciertas.

Quizá alguno de sus acólitos, señor Lassalle, diga lo que decía Esperanza Aguirre: que a ella le gustaba la democracia a secas, porque “cuando le empezamos a poner adjetivos, malo: democracia popular, democracia orgánica…” Es una frase ingeniosa, pero no tiene,  mucho recorrido, habida cuenta de que usted mismo le pone un adjetivo: “democracias liberales”, dice en su artículo.

Yo prefiero democracia real, vaya. La palabra liberal últimamente tiene unas connotaciones un poco raras… ya sabe: eso de apartar la mirada del sufrimiento de amplias capas de la población mundial para aplaudir como la desregulación hace que unos pocos acaparen cada vez más…

Democracia real. “¿Qué es eso?”, preguntará. Pues a la hora de la verdad, muy pocos en las asambleas piensan que el país entero o sus circunscripciones puedan gobernarse de forma asamblearia y se habla más bien de reformar las instituciones. De cambiar el sistema electoral, de listas abiertas, de una legislación más estricta para las instituciones financieras o de hacer cumplir artículos de la Constitución de 1978 que imagino que a usted le gustará bastante, como el número 47, el que señala el derecho a residir en una vivienda digna. También se habla en estos círculos de conspiradores de utilizar la herramienta del referéndum más a menudo… Esto último, por ejemplo, para decidir si queremos un rescate para España o no. Ya que el Sr. Rajoy no se acaba de decidir, igual le podemos echar un cable, ¿no cree?

Pero también es cierto que muchas personas de las que se reúnen y protestan contra las políticas de su gobierno renegarán de lo que acabo de escribir y me llamarán “reformista” en tono despectivo.  Le voy a contar un secreto, señor Lassalle: en los movimientos como el 15-M o el 25-S conviven dos almas, una –llamémosla– “reformista” y otra “revolucionaria”. A veces esas dos almas confluyen incluso en una misma persona. Todos tenemos nuestras contradicciones. Unos piensan que hay que reformar y otros creen que hay que reconstruir: derribar partes enteras y empezar desde los cimientos.

Históricamente, la dialéctica entre revolucionarios y reformistas es lo que ha debilitado las iniciativas de la llamada izquierda alternativa. Pero ustedes lo están haciendo tan mal que están logrando ponernos a unos y a otros de acuerdo. Enhorabuena. Ahora, la defensa del Estado social de derecho que consigna nuestra constitución, o la de la socialdemocracia han cruzado la línea de lo contestatario y sus defensores se encuentran en la calle con los que tienen propuestas mucho más radicales.

¿Tiene miedo de que el furor de la calle acabe derribando las instituciones e imponiendo algún tipo de totalitarismo? Párese primero a pensar quién ha sacado a toda esa gente a la calle. Quién dimitió de la responsabilidad de controlar los poderes económicos, quién alimentó la burbuja, quién malgastó el dinero público en gilipolleces, quién prescribió como cura una serie de medidas antisociales que empobrecen más y más a la gente.

Habla de la desesperanza de la gente, reconoce que existe, pero a la hora de la verdad, señor Lassalle, prescribe silencio y más sacrificio “para mejorar y vencer la crisis”. Yo estoy de acuerdo, hace falta más silencio y sacrificio… de las élites políticas y económicas. Nosotros ya nos hemos apretado el cinturón, ahora hagan algo los de arriba.

Realmente, es muy sencillo de entender: cuanto menos tenga que ofrecer su “democracia liberal” a la gente, más personas se verán tentadas por las alternativas a ella, incluidas aquellas que tanto usted como yo convendríamos en tachar de abominables.

Si tanto miedo les da eso, hagan algo. Algo que no sea pedirle a la gente que no proteste, claro. Porque pedirle a gente desesperada que no proteste es tan idiota como pedirle a todo el mundo que se levante una hora antes para ahorrar electricidad en vez de cambiar la hora; parafraseando a Milton Friedman, ya que le gustan las citas y el liberalismo.

Si quiere que la gente se calme, hagan ustedes algo para calmarnos, que son los que tienen la sartén por el mango. Si no, seguiremos en la calle y seguiremos cuestionando las instituciones.

¿Le suena a chantaje? Yo prefiero llamarlo contrapeso. Durante muchos años, las calles en España han estado tranquilas en lo que se refiere al cuestionamiento del sistema político y económico y el alabado modelo democrático de la transición se fue convirtiendo en un régimen corrupto y cleptómano, en el que abunda el nepotismo, el amiguismo y la adhesión inquebrantable al que pone el dinero y al que elabora las listas electorales.

Esto creo que es indiscutible. No se les puede dejar solos. Hemos salido a la calle para pedir a los políticos profesionales que hagan bien su trabajo o desalojen y dejen entrar savia nueva. Y eso no tiene nada que ver con “masas alagadas por demagogos”. Por cierto, señor Lassalle, alagar es “llenar un lugar de lagos”, según el María Moliner. Si usted se refiere a “colmar de elogios”, es halagar, con hache de hemiciclo, señor Secretario de Estado de Cultura.

Además de las tensiones sociales que se dieron en el Periodo de Entreguerras y que usted describe con profusión, ha habido otras épocas de fuertes movilizaciones sociales que no han conducido al fascismo ni al nazismo, sino que han redundado en la mejora de la sociedad y del sistema político que la regía: las tensiones raciales en EE.UU. que forzaron a que se acabase con la segregación, el movimiento de las sufragistas, las movilizaciones obreras que en distintas épocas han logrado ir consignando más derechos para los trabajadores, la oposición al franquismo, que forzó al régimen a hacerse el harakiri tras la muerte de Franco y emprender la transición democrática… y tantas otras.

Pues en eso estamos, señor Lassalle. Usted puede pensar lo que quiera y meternos miedo con la vuelta del fascismo. Puede decir que por protestar ante el congreso en un acto de desobediencia civil podemos invocar sin querer al monstruo. Yo pienso que el monstruo del siglo XXI es otro diferente y pienso que quienes lo han invocado son ustedes.

En fin, señor Lassalle. Hasta aquí. En este punto suelto el hacha (con hache) de guerra. Supongo que cada uno, a nuestra manera, estamos intentando luchar por lo que creemos que sería una sociedad mejor, más libre y justa. Sólo pido que sea cual sea el resultado final, tanto usted como yo nos sintamos felices y representados en ella.

viernes, 17 de agosto de 2012

Nkosi sikelele iAfrika

Está claro por qué quieren cargarse la minería española y que compremos minerales a otros países. En Sudáfrica tienen que trabajar como esclavos con unas condiciones lamentables y unos sueldos miserables. Y cuando se quejan los mata una policía y un Gobierno a las órdenes de una empresa británica (Lonmin).
 
No sé, por cierto, si Lonmin pagará publicidad en la prensa española o es simple defensa del statu quo y de los intereses creados por parte de los grupos mediáticos de este país. Porqué todas las informaciones que estoy leyendo sobre la masacre de mineros en Sudáfrica son superficiales y falsamente asépticas. ¿Cómo se puede ser aséptico cuando un Gobierno ha masacrado a cerca de 40 personas.
 
Imaginémonos que pasa en Rusia, Cuba o en Marruecos... ¿Acaso no estaríamos poniendo el grito en el cielo?
 
Pero como es la "democracia" de la República Sudafricana, siempre respetuosa con los consejos del FMI y con las potencias y las empresas occidentales, lo despachamos como un asunto menor.
 
Especial verguenza me ha dado el artículo publicado (bastante abajo en su web) por El País. Está firmado en Nairobi por . Cuenta lo que dice la policía, pero no la versión de los mineros. De esto último sólo dice que los trabajadores exigen un "considerable" aumento de sueldo. ¿Considerable? ¿Cuánto ganan y cuánto piden ganar? Y a la hora de darle contexto a la historia, nuestro amigo Josemi nos cuenta los enfrentamientos entre los sindicatos que agrupan a los trabajadores y los episodios de violencia protagonizados previamente por ellos... pero nada de cómo viven y cómo trabajan estas personas. Ni una línea, nada. También nos habla de que la empresa Lonmin mantiene cerradas sus explotaciones, pero no nos cuenta cuanto gana Lonmin, si su beneficio ha crecido o se ha reducido en los últimos años o si es una empresa tradicionalmente comprometida con los derechos humanos o preocupada por las condiciones de sus empleados.
 
Este blog no hace periodismo, desde luego... pero, Josemi, tú tampoco. 
 
 

La policía de Sudáfrica afirma que mató a 34 mineros para defenderse

Los agentes dispararon "para proteger sus vidas y en defensa propia", según la policía

La policía trataba de desalojar a unos 3.000 mineros, que estaban armados con machetes

 

Sudáfrica se despertó en estado de choque este viernes tras los enfrentamientos del jueves entre los mineros y la policía en Marikana. Al menos 34 trabajadores murieron y 78 resultaron heridos por disparos de la policía en el conflicto de la mina de Lanmin en esa localidad, ubicada a unos 100 kilómetros al noroeste de Johannesburgo, según las cifras que el comisario nacional de la Policía, Riah Phiyega, indicó este viernes en rueda de prensa.

"Los agentes, para proteger sus vidas y en defensa propia, se vieron obligados a responder con fuerza", según un comunicado de la propia Policía Nacional de Sudáfrica. Las imágenes y las descripciones de periodistas en el lugar confirman que grupos armados de mineros se lanzaron contra la policía, pero aún no se ha podido confirmar independientemente si los trabajadores también tenían armas de fuego o quién disparó sobre quién en primer lugar.

Otras fuentes dan cifras diferentes sobre el número de muertos y la South African Broadcasting Corporation, medio de propiedad estatal, habla de hasta 45 fallecidos.

"No llamamos a esto una masacre", añadió el comisario nacional. La policía ha arrestado a 259 personas y su Directorado de Investigación Independiente está examinando la actuación de los agentes.

Cerca de 3.000 mineros de Marikana llevan desde el 10 de agosto sin acudir al trabajo como protesta por sus condiciones salariales. Antes de los incidentes del jueves, otras 10 personas habían muerto en enfrentamientos entre diferentes grupos de mineros y la policía.

"Creemos que hay suficiente espacio en nuestro orden democrático para que cualquier disputa se pueda resolver mediante el diálogo y sin romper la ley ni recurrir a la violencia", dijo hoy en un comunicado Jacob Zuma, el presidente sudafricano.

Zuma ha regresado apresuradamente a Sudáfrica desde Mozambique, donde se encontraba para asistir a una cumbre regional, y ha declarado que se encontraba "conmocionado y en estado de choque" tras los incidentes de ayer, los peores de este tipo desde el fin del régimen racista del Apartheid en Sudáfrica en 1994.

El incidente se produjo el jueves por la tarde cuando los agentes levantaban barricadas con alambre de espino en los terrenos de la mina. Frente a ellos, en una pequeña colina, se encontraban los alrededor de 3.000 mineros que llevan una semana protestando. Entonces, "la policía fue atacada brutalmente por el grupo (de mineros) con diferentes tipos de armas, incluyendo armas de fuego", según la policía.

Esta mañana, cientos de policías patrullaban el lugar de los hechos mientras agentes de la Policía científica recogían muestras en la escena de los tiroteos: cartuchos, machetes, lanzas y también armas de fuego, que podrían haber pertenecido a los mineros.

Una semana de enfrentamientos

La mayoría de los mineros que están protestando están representados por la Asociación de Mineros y Trabajadores de la Construcción (Association of Mineworkers and Construction Union, AMCU, en inglés).

Los trabajadores exigen un considerable aumento de sueldo, una pugna en la que AMCU, muy activa y de creación reciente, está enfrentada al Sindicato Nacional de Mineros de Sudáfrica (National Union of Mineworkers, NUM, en inglés), que ha dominado la escena sindical durante los últimos 25 años y está conectado políticamente con el partido del presidente Zuma.

Líderes de ambos sindicatos han mantenido varias conversaciones durante estos días pero, por el momento, no han llegado a ningún acuerdo. Mientras, mineros de uno y otro sindicato se han ido enfrentado entre sí y con la policía durante la última semana.

El domingo, manifestantes mataron a dos guardias de seguridad tras haber prendido fuego a su coche. Un día después, las fuerzas de seguridad no pudieron detener a otro grupo violento, que acabó con la vida de dos trabajadores y dos policías. Éstos respondieron abriendo fuego y matando a al menos tres manifestantes, según informaron las autoridades y la propia Policía.

Lonmin, de propiedad británica, mantiene cerradas todas sus minas de platino en Sudáfrica, que constituyen el 12 por ciento de la protección mundial de este metal. El platino se usa en joyería, en electrónica y en la fabricación de instrumentos científicos como termómetros. Sudáfrica cuenta con alrededor del 80% de las reservas mundiales conocidas de platino.